Capítulo 1:
“Con mis propias manos”
Observó atentamente al chico frente a él. Ese cabello largo que
terminaba siendo ondulado, ojos expresivos y profundos, como la noche… ese era
el motivo por el que le encantaba tanto mirar sus ojos. Gateó por sobre la
cama, solo para hacer caso a esos labios que le invitaban a besarlos sin
miramientos. Hizo aquello, aun sabiendo lo que vendría, aun sabiendo que esa
sería la última vez que podría besar a su alteza, se dijo a sí mismo que daría
todo por ese chico de azabaches cabellos.
Su alteza…
Su chico…
Su todo…
–Alteza… –Susurró
sobre los labios ajenos antes de besarle, sintiendo una mano que con firmeza se
aferraba a su espalda con tanta fuerza que no daba pie para que se alejara.
Sintió los labios ajenos tomar los propios con necesidad, no se alejaban, y
buscaban ese roce húmedo que le hacían soltar sutiles ruiditos ante cualquier
movimiento de labios que hiciera, sintió ese húmedo músculo colarse entre sus
labios de forma tan avasalladora que le tomó desprevenido. De pronto el beso se
había vuelto caliente, asfixiante, sin espacio para poder respirar, necesitado,
buscando menguar esa necesidad de no seguir con sus actos, lo entendía, su
Alteza no estaba seguro…
Pero era su destino, y como buen Conde, como el ser que crio a ese
joven, lo haría cumplir con su destino.
Se sentó ahorcajadas sobre sus piernas antes de alejar al fin sus
labios de los ajenos, con respiración acelerada en lo que buscaba esos ojos que
le pedían a gritos no seguir.
¿Sabría Yoochun que lo podía leer? No, dentro de las cosas que él jamás
le contó a su protegido fue el hasta donde llegaban sus poderes como el ser no
viviente que era.
–Aun cuando mi cuerpo se siente febril,
tu piel goza aun de esa frialdad… –Los dedos del
azabache rozaron una de las mejillas del chico que aún se encontraba sobre sus
piernas. – ¿Por qué, Conde? ¿Qué es eso que tanto
me ocultas?
–No necesita saberlo, su Alteza. Prometí
protegerle, y eso haré, aun a costa de lo que yo llamo vida. –Terminó por decir
con mirada decidida, dejando ver a su Alteza, que no había vuelta atrás.
–Es una orden, JunSu…
El nombrado le miró serio, muy pocas veces su Alteza decía su nombre.
Era extraño, empezando porque le llevaba años y de algún modo debería sentirse
ofendido, pero luego recordaba que ese chico era el Rey.
–Si le digo tendré que matarlo.
Seriedad, seriedad… solo seriedad vio el de cabello azabache en los
ojos de Junsu. ¿Por qué? ¿No confiaba en él?
–Y si le mato, no me perdonaré jamás… Viviría
solo para lamentarlo.
–En el reino se dicen cosas, la corte lo
está pidiendo. ¿Quién eres, Conde?
Junsu había sabido que el deseo por saber de Yoochun no iba a ser
amedrentado por unas pocas y absurdas palabras sobre matarlo.
–Alguien con muchos años encima, Alteza.
–Respondió con voz ronca, volviendo acercarse al rostro ajeno en lo que posaba
su frente en la ajena. –Un ser que los podría matar a todos si siguen
metiéndose en donde no deben. –Sus palabras se deslizaron por su boca como terciopelo,
de un modo tan sensual que erizó la piel del pelinegro. –No busques más,
Yoochun, o solo encontrarás la muerte.
– ¿De qué hablas? Sé claro.
–Lo estoy siendo, eres tú quien no quiere
entender la realidad. ¿Por qué? ¿Por qué no quieres creer quien soy y lo que
soy?
La mirada de Yoochun se volvió oscura y penetrante al percatarse de que
esos ojos que siempre tienen un café claro se iban tornando de un tono
nacarado, al igual sus dientes se afilaban y se alargaban sus colmillos.
Yoochun lo sabía, siempre lo supo, su Conde era un Vampiro.
Un Vampiro como el que tomó la vida de toda su familia frente a sus
ojos…
Un ser que debía morir…
Una criatura que él mismo debía de matar, para vengar la muerte de sus
padres, para procurar el bienestar de su familia. Solo que no era sencillo, era
su Conde, quien le cuidó, crio y educó… quien le dio todo el amor que pudo para
que no sintiera la soledad que la muerte de sus padres le dejase.
–Debes hacerlo, Yoochun… No lo dudes.
¡Mierda! ¡Él debía dudarlo, porque no era cualquier persona, era su
Junsu, ese que hace no mucho se entregó a su persona!
–No… Di que no es cierto.
La voz de Yoochun sonó baja, sus manos cobraron vida y llegaron al
blanco rostro ajeno, tan frío, siempre lo supo, la piel de Junsu nunca fue
tibia, pero siempre fue cálida.
–No intentes engañarte más, Yoochun. Haz lo que debes hacer, o
intentaran matarte y te juro que ahí acabaré con la vida de todos sin
importarme si es un niño o un anciano, no lo sigas pensando. ¡No te crie de ese
modo!
Su Conde fue duro, estricto, como siempre fue con su persona cada vez
que le impartía alguna clase, ya sea de protocolo, esgrima, peleas de cuerpo a
cuerpo, era una voz sumamente demandante y a la vez tan envolvente.
*****
Sus lágrimas no dejaran de caer solo porque tú coloques tus dedos sobre sus mejillas, dejaran de caer cuando entienda cuanta felicidad puedes encontrar luego de llorar.
*****
– JunSu… –La voz de Yoochun se hizo notar ronca y estrangulada por aquel nudo que se generó en su garganta, porque perdería lo último que le quedaba en la vida.
– JunSu… –La voz de Yoochun se hizo notar ronca y estrangulada por aquel nudo que se generó en su garganta, porque perdería lo último que le quedaba en la vida.
–Por tu gente… debes ser un buen Rey.
–Una mierda…
–Las groserías no se permiten en esta
casa, ya sabía yo que dejar que te juntases con Changmin sería una mala idea.
Su Alteza volvió su mirada hacia la criatura sobre sus piernas, tenía
una mirada tan tierna y dulce, volvía ver ese color café claro, esa sonrisa tan
empática y dulcificada, sintió los manos ajenas acariciar su pecho de manera
agradable, fue un tacto suave, sin meditar palabras, le vio acercarse hasta su
propio rostro y no se alejó, en vez, dejó que esos fríos labios se apropiaran
de los propios, saboreó su boca por última vez, rodeo su cintura y se aferró a
su delgado cuerpo como si su propia vida dependiera de ello.
–Junsu… -jadeo sobre los labios ajenos
antes de volver a besarle, sobre esa cama desecha luego haber hecho el amor
tantas veces por la noche antes de que su preciado conde saliera…
Flas Back.
–Ah… si… de ese modo.
–Junsu estaba semi acostado sobre una cama queen de su propia mansión, con un
peliazabache chupando su miembro de manera tan dura y descolocante, se la
sorbía como si no hubiese mañana. – Oh, maldición… pequeño, tra… travieso.
–Jadeó con voz ronca luego de sentir los dientes morder su glande. Y el
pelirrojo no pudo evitar llevar su mano hasta esos ondulados cabellos ajenos
para enredar sus dedos, le encantaba hacer eso, le encantaba ver y sentir la
reacción ajena cada vez que hacía aquello, Yoochun parecía descolocarse porque
le chupaba aún más fuerte esperando que se corriera, y ni si quiera se hizo de
esperar antes de llenar la boca del menor con su propio semen. Terminar
enrollados en la cama había sido por su propia causa, porque había podido leer
el deseo del pelinegro, y se lo hacía tan difícil, en especial cuando le
pillaba sentado sobre la cama mirando hacia un punto muerto que no pudo más que
jugar y ponerse entre sus piernas para chuparse la hasta sentir su propia cara
llena del semen ajeno.
–Mierda… estoy tan
duro. –Se quejó el menor, mirando al pelirrojo con seriedad y demostrando esa
profunda mirada que a Junsu tanto le encantaba.
El mayor
sonrió con picardía en lo que habría más sus piernas, dejándole entender al
pelinegro que se podía meter en su cuerpo, que podría buscar el desahogo entre
sus piernas, pero ni si quiera fue consiente de cuando el menor le dio vuelta y
levantó el trasero, pero ya pronto se vio gimiendo y sintiendo como sus nalgas
eran separadas para que su agujero fuese profanado por una lengua que no tuvo
reparo en humedecer su hoyo.
–Oh… así, por favor,
Alteza. Métela, sabes que me gusta duro.
Yoochun
lo sabía, Junsu no era de cosas suave, le gustaba el sexo apasionado, brusco,
el que dejaba marcas en el cuerpo, en el que te hacía explorar cada zona de
placer del cuerpo ajeno, hacer el amor con Junsu era algo sublime, algo que
jamás podría cambiar, meter su polla en ese agujero que siempre se encontraba
apretado era tan delicioso, como en ese momento que de solo meter su glande ya
sentía que podría correrse. Tomó esas piernas largas y estilizadas y las colocó
entre sus hombros, amaba la flexibilidad que tenían esas piernas, en especial
porque podía estar cerca de su torso, rozándose; cerca de su rostro, de esos
labios abultados, dulces, extraña y malditamente dulces, sabía a vida, calor,
excitación, un puto afrodisiaco que no podría dejar de beber.
Su
miembro colapsaba en esas paredes, deslizarse una y otra vez con fuerza, viendo
ese cuerpo estremecerse, con esos dedos enterrándose en su espalda mientras
rogaba por más, Junsu siempre perdía la cordura entre sus brazos, y mierda que
le encantaba, le encantaba cuando se volvía brusco y le tomaba del rostro para
besar sus labios hasta más no poder.
****
Besos con sabor a todo lo que más amó…
Él.
****
Las
caderas de Yoochun se movieron con frentismo salvaje, rozando ese dulce punto
que hacía a Junsu arquearse y soltar palabras ahogadas.
Yoochun
siempre se volvía loco al hacer el amor con Junsu, correrse en ese estrecho
pasaje y escuchar esos jadeos, esa piel fría buscando el calor de su propio
cuerpo. Deseaba el cuerpo de Junsu más que cualquier otra cosa, su Conde, su
todo… tenerle así, a su merced, en cuatro piernas con ese trasero alzado, ese
maravilloso trasero que siempre terminaba rojo, lleno de marcas y sus propias
mordidas que daba antes de joderselo como solo él podía… Solo él… Porque ese
cuerpo era de Park Yoochun, el Rey del lugar.
Hacer
el amor con ese chico que podía darte las más dulces miradas como las más
abrumadoras…
Hacerlo
suyo era placer por todos lados, jadeos, sudor, palabras sueltas, besos,
saliva, semen y revolver las sábanas hasta más no poder, eran juegos, mordidas,
eran miradas dulces y apasionadas, sonrisas calidad y ladinas, palabras
cariñosas hasta las más vulgares.
Yoochun
afirmaba que el placer solo lo había conocido con Junsu y con nadie más iba a
conocerlo.
Hasta
terminar exhaustos y mirándose con esa expresión de satisfacción marcada sobre
sus labios. Junsu acariciando su luego su espalda y nuca, cubriéndoles a ambos,
preguntando con voz calma si quería una ducha que solo significó más sexo bajo
el agua.
Más
de esos besos y de caricias torpes, más de susurros cargados de cariños para
terminar con un Junsu volviendo a mimarle, volviendo a cuidarle, obligando a
que se colocara algo de ropa antes de meterse a la cama, un conde que volvía a
colocarse ropa interior y su camisa roja de seda… una que pronto terminó con
los botones algo desabrochada y con un Junsu sentado a horcajadas sobre sus
piernas.
****
No habría salida, ese beso no era cualquiera… era el último que le
daría Kim JunSu, el conde de su reino, el que le salvó años atrás cuando
mataran a toda su familia. El mismo Junsu resguardó su lugar como rey, él mismo
había gobernado esa nación y ahora lo había vuelto a hacer, resguardaba su
lugar.
–Si no lo haces… Los matarán… –Yoochun abrió sus ojos cuando escuchó ese susurro, su
cuerpo se congeló ¿A qué se refería Junsu? –Yunho y Minho… Debes protegerles.
Debes protegerte, debes proteger a tu nación.
Yoochun negó un par de veces ¿Por qué no podían estar las cosas en
calma como antes? ¿Por qué no podía seguir gozando de las cosas que él tanto
amaba: su nación, sus amigos y su preciado Conde?
–Eres un rey del cual estoy orgulloso… –Las manos de Junsu fueron hasta el rostro de Yoochun, el
cuál acarició, ese precioso rostro, esos ojos café oscuro y profundo, esa piel
pálida pero que transmitía tanta vida, esos labios carnosos que siempre serían
su mayor tentación.
Las lágrimas de Yoochun comenzaron a surcar su pálida piel, el mayor
besó sus mejillas de un modo tan dulce antes de abrazarle, con esa calidez que
Yoochun siempre adoró.
–Hazlo.
Y con esa petición Yoochun sacó la daga que ocultaba bajo la almohada
una que no dudó en enterrar en la espalda de su preciado Conde quien se quejó
entre sus brazos, tiritando, porque había alcanzado justo su corazón.
–Sabes que eso no es suficiente.
La Voz de Junsu sonó entrecortada, y el menor lo sabía, esa daga debía
estar haciendo su efecto debilitando a su Conde, que no se quejaba, solo se
aferraba a su cuerpo como en busca de alguna especie de escape por aquel dolor.
Yoochun lo sabía, pero estaba tan aterrado de ver cómo sus manos
comenzaban a mancharse de sangre al igual que su hombro por la sangre que
brotaba de la piel de su Conde, con cuidado su mano libre tomó una pequeña
botella plateada con sangre de un muerto sus manos tiritando abrieron aquel
frasco el cual pronto dirigió a los labios de Junsu ese que se aferró a su
cuerpo antes de aceptar beber sabiendo lo que era, lo supo desde que entró al
lugar, lo supo desde que la frágil mente de Yoochun le dejara leer sus
pensamientos.
El cuerpo de Junsu convulsionó, sus gemidos de dolor llenaron los oídos
de ese Yoochun que solo pudo apretarle contra su propio cuerpo con miedo,
porque por primera vez esa piel le supo helada, un frío congelante propio de un
muerto, ya no era cálida.
–Amor…
Yoochun abrió sus ojos con desespero, llevando su mirada al cuerpo de
Junsu ese que le miraba apenas, con sus ojos entrecerrados.
–Jam… jamás… Te dejaré… solo… amor…
Esas habían sido las últimas palabras que Junsu dijera entre los brazos
de Yoochun, porque la sangre que le había dado era de un muerto, lo que
equivalía a ser un veneno para su especie, apuñalar su corazón había sido solo
para debilitarle.
Yoochun había repasado ese plan una y otra vez, pensó muchas formas de
hacerlo, pero simplemente Junsu había sido quien tomara la determinación de acabar
con su vida, Junsu había sido quien presionara para que le quitara la vida.
Porque siendo sincero él no tenía el valor, se excusaba en ese momento de que
era una petición hecha por el mayor, porque él simplemente se declaraba un
débil de mente, no podía ser él quien acabara con la vida de quien fue su
guardían por tantos años.
Retiró la daga de su cuerpo inerte sin poder creerlo, la consciencia de
su perdida llegó de manera tan abrupta que llorar y gritar fue todo lo que pudo
hacer, agradecidamente Junsu había sido precavido y las puertas de su
habitación estaba asegurada, nadie lo molestaría, nadie le arrebataría de sus
brazos ese cuerpo, ya nadie…
El moriría llorando por la muerte de su persona amada, ese que hasta el
último momento le cuidó, ese que se dejó matar por sus propias manos para poder
mantenerle con vida.
–Te amo…
Susurró con voz quebrada al oído de ese ser, los ojos cerrados de Junsu
solo rompieron aún más al pobre rey de la nación, matar a tu ser amado…
Pronto todo se sumió en un silencio que hasta a él mismo le abrumó, los
ventanales de su alcoba fueron abiertos de par en par con una ventisca colándose
por cada rincón de su habitación y dos murciélagos entraron raudales para luego
convertirse en dos hombres apuestos, con un aura misteriosa, parecida a la de
su preciado Conde.
Los ojos del más bajo centellaron al ver que entre sus brazos estaba el
cuerpo inerte de Junsu, sus colmillos se alargaron, sus rasgos se volvieron más
duro y lo que terminó por atemorizar al dolido Rey fueron esos ojos.
Carmesí…
-Mi… señor…
Yoochun solo aferró aún más sus brazos en el cuerpo de Junsu, no se lo
iban a quitar, Junsu era de él, de nadie más.
Y todo pasó rápido, el ver como al más bajito de esas dos criaturas era
sostenido por el alto quien solo miraba con repudio al rey de la nación, porque
por más tranquilo se viera, el deseo de matar a quién se atrevió a tocar a su líder
circulaba por su cuerpo.
–Tú pusiste tus manos en nuestro señor.
¡Por la mierda Changmin suéltame! ¡Debo ir por él!
El nombrado hizo caso y pronto el cuerpo inerte de JunSu le fue
arrebatado a Yoochun, ese que aun aturdido intentó ir tras él. Porque no podía
permitir tener lejos a Junsu, no cuando lo amaba de una manera casi
desesperante y había sido él el culpable de su muerte, no…
–No seas nenasa, Jaejoong, nuestro señor
ya nos había dicho todo esto y sabes bien lo que pidió, ahora deja de
atormentar a ese condenado humano o juro que te mato.
La voz de Changmin resonó fuerte y clara, algo más calmado, porque ese
pobre rey parecía ido, perdido y sumido en el dolor por la pérdida, por haber
sido el “asesino” del Conde Kim Junsu.
Jaejoong llevó su exasperada mirada hasta la de Changmin para luego
dirigirla hasta Yoochun y pudo leer su mente, lo vio todo, cada recuerdo.
Extrañamente el rencor se fue, simplemente la tristeza y la lástima circuló por
su cuerpo al enterarse de cada pensamiento y emoción del rey de la nación. Se
acercó hasta él justo cuando encontró un rincón oscuro en la mente de ese
chico, y lo entendió: Yoochun era la pista que les dejaría su señor. Llevó su
mano diestra hasta la cabeza azabache.
–Duerme… Ya no recordarás esto.
Su voz fue suave y pronto las piernas del pelinegro parecieron que ya
no le sostendrían por lo que cayó al suelo. El más alto de los dos quien
respondía al nombre de Changmin sacó un frasco y lo tiró en suelo haciendo que
parecieran cenizas. Con cuidado quitaron las ropas manchadas de sangre de Junsu
y la dejaron botada sobre las cenizas, nadie debería sospechar de lo que
hacían, nadie debía sospechar que ellos se llevarían el cuerpo del líder del
clan más peligroso de los vampiros, nadie debería saber cuál había sido la
tarea que su líder les dejara antes de aceptar que Yoochun le matase.
(Continuará... )
Hola hoy me di un paseo por aquí y me preguntaba si en algún momento tienes planeado retomar este fic. No es la primera vez que leo está cap. Porque amo la portada y la trama que dejas. Sería genial que lo terminarás 🥰 Saludos.
ResponderEliminarHola, la verdad el pc donde estaba murió, pero si es que lo continuo va a ser por wattpad
Eliminar@maosarai