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sábado, 28 de diciembre de 2013

El sabor de la Venganza: Capítulo 2

CAPÍTULO 2


— Cuando me levante de aquí, voy a patearte el culo —dijo el chico soltando improperios, una vez que recobró la respiración por ser metido de un golpe dentro del lateral del tren.
Mientras su cuerpo estaba colgado hacia las ruedas del tren, Yoochun le sujetaba su mano y agradeció a las afortunadas estrellas que Dragon fuera hasta en su posición un auténtico cobarde. Tan pronto como él había disparado al humano, Yoochun oyó los pies de Dragon golpear la tierra y salir corriendo apresuradamente. De otra manera, sujetándolo por el lado, Yoochun sería un blanco facilísimo para la práctica de tiro al blanco de Dragon.


Él le recorrió con la mirada, la pistola a pesar de todo en su mano, los músculos en su brazo tensos bajo el impacto total de su peso. ÉL pudo haber dejado caer su arma y sujetarse a él con las dos manos, pero en lugar de eso prefirió más bien arrojarle amenazas de muerte. ¡Qué hombre!


Él dijo en una voz calmada al chiquillo.  — ¿Es esa la forma de tratar a tu salvador?

— Si no fuera por ti, no me encontraría en esta posición, idiota.

Yoochun se tensó por su insulto. Si él tuviera que adivinar, diría que ese chiquillo apretaba los dientes más de cólera que del dolor en su brazo. Respeto. Él necesitaba aprender un poco de respeto. Toda diversión huyó de su expresión.  — Tu nombre.

— ¿Qué? —Él jadeó. Estaba finalmente cansándose.

— Tu nombre —repitió lentamente. —No te subiré sin un nombre. —No había un tiempo mejor que el presente para averiguar la identidad de aquel hombre.

— ¡Xiah! —soltó siseando.

— Tu nombre completo.

— ¡Xiah! Ahora levántame de aquí y no te mataré.

Él no pudo menos que reírse ahogadamente de su bravata.  —No pareces estar en posición para negociar, Xiah, amor. ¿Así es que qué tal mostrar un poco de gratitud, hmmm?


Y maldita si, con su última onza de energía, él no gruñó, girando, y maniobrando hasta que tuvo la pistola de su ballesta apuntada hacía él.


— Dije súbeme. ¡Ahora, Maldito!


El humano tenía una veta terca de más de un kilómetro de larga. Yoochun lo levantó. No porque él pensara que le dispararía, sino porque él quería una excusa para tocarle. Tan pronto como sus pies tocaron la parte superior del vagón del tren, él puso sus manos en sus brazos, notando la sangre en la curva de su hombro.


— Estás herido —comentó él al clavar los ojos en su herida superficial. Él no podía desviar su mirada. La sangre. Él olió su dulce, tentador perfume. Si la lujuria ya no estuviera despertándose por sus venas ante la visión de ese delicado torso subiendo y bajando con cada respiración, la vista de su sangre precisamente casi lo desarmó. Él tenía que saborearla. Yoochun encontró sus marrones ojos mirándolo alarmados, sintió el pequeño temblor recorrer su cuerpo mientras él sostenía sus brazos aún más fuerte, y lo atraía más cerca.

Antes de que sus labios tocaran los suyos, el más bajo se apartó de un empujón lejos de él. Manteniendo la pistola de su ballesta entre ellos, dijo — Viviré. Aleja tus manos de mí, capullo.


Mientras el más bajo le miraba furiosamente, él oyó la inconfundible revolución del motor de un coche. Ambos volvieron sus cabezas hacia la estación del tren a tiempo de ver a Dragon marcharse en un coche, su coche, mientras la suciedad se movía hacia arriba detrás de las ruedas. Jodido Demonio.


Xiah enfocó su fija mirada acusadora en él.  — Él era mi presa. No la tuya.

Yoochun indicó la pistola con una inclinación de su cabeza. — ¿Qué vas a hacer? —Él puso a la vista sus manos vacías desde sus lados.  — ¿Disparar a un hombre desarmado? —Él quería a Dragon, pero ahora mismo quería más a ese humano. Irguiéndose su cabeza hacia un lado, le recriminó de modo ofensivo, esperando incitar una reacción— Eres bastante duro cuando tienes todas esas armas.

— Oh, ¿es eso lo que quieres? ¿De hombre a hombre?


La sonrisa afectada que el menor le dio sólo aumentó su belleza natural, pero él advirtió que la media sonrisa en sus labios llenos realmente no alcanzaba a sus notables ojos amielados. ¿Por qué? Se preguntó.


— Entonces, eso significa… —El chiquillo se alejó unos cuantos y dio media vuelta para dejar en el suelo su pistola. La riñonera vino después, junto con la pistola de su espalda.
El estómago de Yoochun se tensó y su pene creció hasta palpitar en una instintiva respuesta primitiva al sonido de la correa de velcro mientras se despegaba y ese chico quitaba el cuchillo Bowie de su muslo, entonces se quitó el cuchillo de su cintura. La idea de que estuviera despojándose de sus armas, de sus defensas, rebotó en su mente mientras su cuerpo reaccionaba y despertaba y su pulso palpitaba.


Sus entrañas se retorcieron cuando ese hermoso chico se quitó su cinturón, recordándole el acto de desnudarse delante de él. Notó que la hebilla más grande de oro tenía un diseño inusual, dos serpientes en un poste o algo por el estilo. Park se resistió al primitivo deseo de deslizarla en sus brazos y desafiar la falsa bravata que mantenía tan apretada a su alrededor como una capa invisible de armadura. ¿Se daba cuenta ese ser qué tan seductor eran sus acciones?


No, si la mirada decidida en sus ojos era alguna indicación. El más bajo se encontró con su mirada y se posicionó, pies separados, brazos levantados en una posición preparada. Una mano formando un puño, gesticuló con su otra mano.  — Vamos, solucionemos esto, Yoochun el Ejecutor. El ganador consigue a Dragon.


Park arqueó la ceja por su uso de su apodo. ¿Cuánto sabía él? Obviamente, no sabía que él era un vampiro o le habría disparado ya.

Él rápidamente golpeó una de sus manos hacia abajo, con un movimiento tan rápido que supo que ese chico no lo había visto llegar. Yoochun contuvo la jactanciosa mirada que amenazaba con filtrarse a través de su cara. Pero él no tuvo tiempo de saborear su pequeña victoria, pues el más bajo giró rápidamente y le golpeó en la parte más baja de su pecho con una poderosa patada circular sencilla, tirándole hacia atrás algunos centímetros, directamente hasta el borde del vagón del tren.

Mientras sus pies se balancearon en el reborde, levantó sus brazos para recuperar su equilibrio. Bravo, por los poderes vampíricos no obstante, pudo salvarse, pero era más divertido ver la expresión de conmoción en su rostro, luego la culpabilidad cruza la cara de Xiah antes de que éste pasará sobre él, agarrara la pretina de sus pantalones, y tirará bruscamente de él hacia atrás encima del vagón del tren.

Yoochun se aprovechó de su error momentáneo de “modo de batalla” y asió sus brazos. Pero antes de que supiese qué lo golpeaba, fue noqueado sujeto por su espalda, y golpeado, con el pie en su pecho, el brazo retorcido, y su mano doblada hacía atrás.


— Dilo, Dragon es mío —demandó el bajito.


Él negó con la cabeza.

El humano retorció su mano hacia atrás más aún. Hombre, eso había comenzado a doler. Jodiendo bastante.


— Tío —dijo con una mueca y se torció, pateando sus piernas debajo de Xiah. Tan pronto como éste aterrizó, él se abalanzó, cubriéndole su cuerpo con el propio, mientras tiraba de sus muñecas encima de su cabeza. Nunca había encontrado a un hombre que echará combustible al fuego en él como ésta lo hacía.

— Cede, Xiah, amor. Has sido superado.


El pulso en sus muñecas era acelerado bajo sus dedos, mientras las pupilas en sus ojos se dilataban. Si no fuera por esos casi imperceptibles indicadores, él no habría sabido que Xiah estuviese pensando en cómo darle la vuelta a la situación. El menor continuó con su expresión cuidadosamente reservada. Pero su parte vampira no estaba nunca fuera de tono con su entorno inmediato. Él escuchó el cambio de los latidos de su corazón cambiar de rápidos a sordos. El sonido abasteció de combustible su deseo, llamando a sus instintos más bajos.


******


Yoochun  instintivamente corcoveó para derribarle, pero él simplemente presionó sus caderas contra las suyas, inmovilizándolo en la superficie de metal del vagón del tren. Estaba atrapado. El hombre era una roca inamovible y también tenía su cuerpo inequívocamente rígido presionando contra su bajo vientre. Incapaz de detener su inspiración ante su obvia excitación, así como también la suya propia, Xiah forzó una expresión neutral.


— No soy “tu amor” —dijo mordazmente. ¿Por qué tenía ese imbécil que seguir llamándole así? ¿Simplemente porque él la había salvado y viceversa? Estaban empatados por lo que a él concernía. El amor no tenía nada que ver con ello.


Hundido bajo el chico más alto, su cuerpo sobre el del humano, no podía moverse pero estudio su angulosa cara y la incipiente barba oscura que favorecía la fuerte línea de su mandíbula. Se preguntó como la sentiría contra su piel, como se sentiría la áspera y continuada fricción simplemente en los lugares correctos. Su selvático aroma se extendía y daba alas a su libido incrementándolo, haciéndolo latir de deseo. Dios, había estado un rato fantaseando con un completo desconocido.

Pero, demonios, él tenía los ojos más hipnóticos. El color negro profundo le recordaba a los de un león, con su intensidad parecía quedarse mirando en su misma alma, para conocer cada uno de sus pensamientos y deseos.

Él no dijo una sola palabra. Solamente le sujetó allí, clavando la mirada en sus ojos. Su ritmo cardíaco saltó diez metros cuando su intensa mirada se deslizó suavemente hasta sus labios y luego a su pecho.

El calor emanó lejos de su cuerpo, pero Yoochun no respiraba con dificultad como él. De hecho, estaba tranquilo, muy tranquilo.


Su cólera aumentó cuando la comprensión le golpeó. Él se había esforzado y ese chico alto ni siquiera había sudado. — ¿Jugabas conmigo?

— No como me gustaría jugar contigo. —Él sonrió, entonces su mirada regresó a su boca.


El sensual arco de sus labios se acopló con el profundo timbre de su voz enviando una sacudida de apreciación recorrer a través de su cuerpo. Xiah dejó a su cólera templar su deseo.

Desplegando sus piernas ampliamente, rápidamente levantó sus caderas y enrollo sus extremidades alrededor de su cuello. Cerrando sus tobillos debajo de su barbilla, empujó hacia atrás su cuello hasta más no poder. A menos que él soltase sus brazos, estaban en un punto muerto.


— No juego limpio —dijo Xiah apretando y retorciendo sus caderas hacia el costado, metiendo su cabeza de un golpe en el techo de metal del vagón del tren.

Mientras Yoochun se golpeaba la cabeza, Xiah gateó sobre sus pies y recogió su equipo. Mientras descendía la escalera, hizo una pausa y se encontró con su malhumorada mirada, con voz firme y tranquila dijo  —Dragon es mío, Yoochun. Ve a buscar otro vampiro a quien cazar.


****


— ¿Dónde diablos has estado? —Bramó Hyunseung por el teléfono.


Xiah cambió de posición el teléfono móvil en medio de su hombro y oído, ya que de esta manera podría firmar el formulario de registro. Agradeciéndole al encargado del hotel, dobló hacia los ascensores, con el saco de la bayeta en la mano.


— Eres afortunado de que estuviese aquí para contestar al teléfono —soltó gruñendo con evidente cólera.  —Se suponía que te registrarías hace dos días.

Xiah se tensó mientras asestaba un puñetazo al botón del ascensor. — Tú no eres mi guardián, Hyunseung.

— Esa fue tu elección —rebatió él con sonora frustración.


Xiah negó con la cabeza. Hyunseung no había estado muy entusiasmado cuando había roto la relación con él hacía uno pocos meses. Pero tan enojado como él había estado, habían logrado seguir siendo amigos.


— Esto es algo que tengo que hacer por mí mismo.

— Ir tras el vampiro que mató a tu padre te hace un blanco facilísimo, Xiah, un lindo blanco facilísimo. —El tono protector en su voz le hizo a sonreír. Hyunseung sería algún día un estupendo marido para quien sea su pareja. Mientras esa persona simplemente no fuera su persona, si bien esa fue una de las razones de su padre para reclutarlo en su grupo de cazadores de vampiros, los Rastreadores.

Él se rió ahogadamente mientras deslizaba su tarjeta llave en la puerta del cuarto del hotel. —Puedo cuidarme. Siempre lo he hecho.

— Sé eso demasiado bien —contestó en tono de queja. —Pero mejor registra la entrada una vez al día, Xiah, o juro que voy tras ti.

Junsu lanzó su bolso de la bayeta en la cama y se recostó en el colchón. —Seré un buen soldadito de ahora en adelante, Herr Commandant.

— Advierto que lo eres —señaló él, ignorando su mofa.


Él cerró el teléfono móvil bruscamente y lo dejó caer encima de la cama a su lado, pensando en Jang Hyunseung. Él era el hombre perfecto para cumplir con el papel de liderazgo que su padre había dejado libre. Tan pronto como había ido tras Dragon, había puesto en el buen camino a su tío Joong. Él había esperado que asumiera el control como líder de los Rastreadores después de que su padre fue asesinado. Junsu se conocía mejor que nadie. Él no era un jugador del equipo. Trabajaba solo. Siempre lo había hecho.

Toda su vida su padre había hecho lo mismo, había trabajado solo. Pero cuando envejeció y sus reflejos no fueron lo que antaño fueron, se decidió a reclutar a otros para su causa. Eso fue cuando encontró a Hyunseung.

Junsu frotó su mano sobre sus doloridas sienes, el dolor amenazaba con convertirse en una jaqueca asesina. Hombre, estaba cansado. Había estado despierto durante 26 horas seguidas. Uno pocas horas con los ojos cerrados y pensaría en la comida. Se sentó, desató sus botas, y se las sacó con la punta del pie. Trepando a la cama, colocó su cabeza en la almohada, su cabeza palpitando.

Si no voy a unirme a Hyunseung, ¿qué voy a hacer, entonces una vez que atrape a Dragon? Se preguntó. Su corazón dolido por la razón de esta búsqueda. Había perdido a su padre. Si él estuviera aquí, entonces le recordaría acerca de «la búsqueda de la venganza», que todos los vampiros eran malos. ¿Lo eran?

¡Ah mierda! Él levantó su cabeza y asestó un puñetazo su almohada antes de colocar su espalda. Sólo se ponía lacrimoso y débil cuándo estaba realmente cansado y deprimido.

Unas pocas horas con los ojos cerrados y recuperaría su brío, su completa fuerza. Con ese último pensamiento, Junsu sucumbió por el excesivo cansancio.


*******


Como el mecanismo de un reloj Xiah salió a la superficie de un profundo sueño dos horas después de cerrar sus ojos. Arrastró su cansada cabeza fuera de la cama y buscó una ducha muy necesaria. Refrescado y con las emociones más claras que había tenido en semanas, se secó su pelo y deslizó una camisa roja de seda sobre sus hombros, disfrutando del tacto del suave material mientras susurraba cayendo sobre su torso, luego aquel pantalón negro de cuero que reacomodaba contra su trasero delineando sus perfectas curvas y sus bien tonificados muslos.

Se miró en el espejo y sonrió. El único e incomparable momento en el que se permitía este tipo de indulgencia de «ser un hombre de buen gusto» era cuando estaba entre desconocidos. En este hotel de clase alta, nadie sabía que se había criado sin influencia femenina ni para qué decirlo de una masculina, en una vida donde una daga en su mano se sentía más familiar que una barra de carmín.

Deslizó sus manos sobre la cara seda contra su cuerpo, apreciando la suave fricción del material contra su piel. Algunas veces ser un heredero tenía sus buenos puntos. Su padre no pudo haber estado allí para seguir criándolo, pero una cosa que su padre hizo fue dejar atrás la considerable herencia Wellington.

Esta noche dejó su pelo natural, castaño y no muy largo mostrarse y se aplicó un poco de delineador en los ojos y un poco de brillo de labios. Se arregló un poco el pelo, no en exceso pues no sabría cómo hacerlo más allá de peinarlo ordenarlo y colocarse algo de gel. Sacó su lengua y se guiñó el ojo en el espejo antes de salir para cenar.


******


— Gracias —murmuró Xiah al camarero mientras él le daba el menú y se marchaba dando la media vuelta. Pudo haber comido en su cuarto en lugar del restaurante del hotel, pero poder tomarse la cena en el primer piso era parte de su “indulgente” fantasía, aun si comía a solas.


Mientras hacía una ligera lectura de la selección de alimentos todos sus sentidos repentinamente le golpearon en alerta total y una cortante sensación ondulo por su columna vertebral. Bajó su menú para ver a Yoochun de pie delante de su mesa.

Inesperadamente una intensa apreciación golpeó fuerte a través de él a la vista del fino suéter verde oscuro grueso extremadamente tirante contra sus formados bíceps y los pantalones negros del traje que se pegaban ajustadamente a sus caderas. Se había afeitado y el débil aroma del jabón masculino se aferraba a él, haciéndole querer moverse más cerca para poder inspirar profundamente.

Su mirada encontró la del menor mientras colocaba su bola, o los restos de su bola más bien, sobre la mesa delante de él. No dijo una palabra, pero se permitió mirarle de arriba abajo empezando por ese escote en “V” que se generaba producto de la camisa que no había cerrado por completo, demorándose en  la figura de ambas clavículas que se mostraban, el que sin querer la tela hiciera notar sus pezones, antes de regresar audazmente a sus ojos.

Sus ojos color miel, ardientes, hambrientos, e intensamente depredadores, se detuvieron con los suyos. Sin palabras, el hombre le dijo exactamente lo que quería y maldito si su cuerpo no reaccionó del mismo modo. Su ritmo cardíaco se aceleró, su estómago se contrajo con fuerza, sus pezones se pusieron tirantes, duros guijarros contra la tela de seda. Una humedad caliente mojó ligeramente sus boxer. Tuvo que oponerse al deseo de retorcerse bajo su estrecho escrutinio. Dejó caer su mirada fijamente en su escote una vez más y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba.

Yoochun cambió de dirección y caminó de regreso a la barra a través de la sala, se reacomodó en su taburete, y recogió su bebida. Mientras sus ojos interceptaron los suyos sobre el reborde de su vaso, su audaz acto con la bola le dijo de un modo muy ostensible…

Él era un cazador.

Le había encontrado.

Y lo quería…. ahora.

Junsu miró hacia abajo a la bola sobre la mesa, un recordatorio de que había estado tan distraído de la cacería, que había dejado atrás un arma. Averiada, sí, pero reparable.

Apretó sus dientes y agarró con fuerza las cuerdas de la bola en su mano, enojado consigo mismo por estar tan cerca de Dragon solo para permitirle escapar. Su cólera hirvió a fuego lento, desalentando su espíritu, hasta que se dio cuenta de que Yoochun el Ejecutor, el cazavampiros, el que “siempre atrapaba a su hombre”, había fallado, también. El pensamiento trajo una pequeña sonrisa de satisfacción a sus labios.

Tan pronto como Dragon lo llamó “Yoochun”, lo supo. El cazador que estaba de pie a su lado en el tren era “Yoochun el Ejecutor”; El hombre acerca del cual había oído casualmente hablar a un par de vampiros en un bar en el que había tenido la oportunidad de echarlos y habían corrido hacía una conocida guarida de vampiros un par de semanas atrás. Muchos vampiros temían a Yoochun y con razón, al parecer. Había oído que él nunca había perdido una presa. Jamás. ¿Pero si él era tan bueno, por qué su padre nunca lo había mencionado?

Junsu ignoró a Yoochun mientras comía, rehusándose a admitir su presencia. Pero sentía su pesada mirada fija en su persona, observando cada uno de sus movimientos, cada pequeño trozo de comida que ingería, cada sorbo de líquido que tomaba. Cualquier otra persona podría haberse congelado al ser el objeto de su enérgica inspección, pero Junsu, bien… ella era Junsu. Nunca se había acobardado y siempre afrontaba un desafío. Cuando terminó de comer, ordenó una bebida con sabor a frutas con una sonrisa en sus labios. La táctica dilatatoria era su especialidad.


El camarero trajo su bebida y se demoró en su mesa. — ¿Hay algo más que pueda traerle? —Preguntó, sus cejas oscuras se elevaron.

Xiah negó con la cabeza. —No, gracias. Traiga la cuenta.

Él sonrió y su apuesta cara se iluminó. — ¿Quieres tomar un poco de café? Acabo en media hora.

Tú y yo, amigo, ambos si Yoochun consigue lo que quiere, pensó Junsu con una ahogada sonrisa interna al mismo tiempo que se percató cuánto le asombraba la invitación del camarero. Junsu estaba tan acostumbrado a que los hombres la vieran como uno de los suyos. Pero entonces, recordó sus ropas y su fantasía. Él la había visto como un hombre, nada más, nada menos. Entremetiendo aquel mecho de su pelo detrás de su oreja, encontró su mirada azul inquisitiva con una sonrisa en sus labios. Tenía que ser por lo menos siete años más joven que su persona. — Gracias por la invitación, pero…


Él se tensó e inmediatamente la cortó, mirando su reloj, mientras veía a sus espaldas, luego retrocedió con una sonrisa de disculpa. —Oh, lo siento, justamente recordé que tengo planes.


Hablando de alguien dando y quitando. Esta vez Junsu se rió ahogadamente en voz alta mientras él se escabullía. Su risa ahogada murió en sus labios, sin embargo cuando su mirada se cerró en Yoochun. Su mandíbula apretada con fuerza, él parecía francamente enojado. ¿Cuál diablos era su problema?

Junsu terminó su bebida y recogió la cereza que estaba colocada encima del hielo en su vaso. Sosteniéndola por el tallo, usó su lengua para sorber el gordo bulbo entre sus labios. Él encontró su constante mirada, con una propia y audaz mientras masticaba la deliciosa fruta, rellena del alcohol.

¿Por qué no te permites el gusto de algo de sexo anónimo, libre de culpabilidad? Su cuerpo entero se sintió tenso, pendiendo al borde de… ¿qué? No lo sabía. Tal vez fueran las semanas cazando a Dragon. Necesitaba una liberación física y Yoochun bueno, el hombre ciertamente tenía un cuerpo que le gustaría explorar. Su pericia como un cazador llamaba a sus instintos más primitivos. Él reunía los requisitos físicos así como también los profesionales. Fácil y sin problemas. Él le quería y viceversa. Sin condiciones.

Junsu no podría pedir una mejor circunstancia para apaciguar sus necesidades sexuales. Sonrió burlonamente. Al menos no tenía que preocuparse por su protección. Gracias a los “perros” retortijones desde que tenía trece años, la píldora se convirtió en su mejor amiga. Demonios, mejor que Yoochun tuviera algunos malditos condones.


El camarero parecía haber desaparecido, entonces Junsu dejó el dinero en efectivo sobre la mesa y se levantó, recogiendo la bola en su mano. Cuando pasó por la barra en su camino hacia la habitación, expresó sobre su hombro— Esta noche, Yoochun.


Entrecerrando los ojos, el menor esperaba, así como temía que le siguiera. Contuvo su respiración mientras subía al ascensor, su corazón cayendo con un ruido sordo en su pecho. ¿Le seguiría él?

Justo entonces Yoochun entró en el ascensor, moviéndose directamente detrás de él. Cuando Xiah se acercó al panel de botones del ascensor, él se inclinó y presiono el botón de su piso. No se molestó en preguntarle, pero otra vez le demostró a su propio modo deliberado que él había averiguado en qué piso estaba y tenía la intención de seguirle allí.

El breve encuentro de su hombro contra la piel desnuda de su espalda, el calor que emanaba de él, le hizo estremecerse. Él no le tocó otra vez, tampoco se alejó. En lugar de eso, permaneció en su espacio personal, casi tocándole pero no completamente. Junsu nunca había sabido cuan placentero podía ser un “casi”.


Cuando el ascensor se deslizó con rapidez hacia arriba, Yoochun dobló su cabeza e inhaló cerca de su cuello. El deseo se arremolinó en su estómago, arañando su camino hasta su sexo. Refrenó un gemido de anticipación. Cuando su mano se posó más sobre su vientre, Junsu se resistió al deseo de apresurarse a aceptar el contacto. Extendiendo sus dedos, él le presionó contra la dura superficie de su pecho justo cuando las puertas del ascensor se deslizaron abriéndose.



Continuará...

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